¿Qué es el litio?
Los salares de Chile, Bolivia y Argentina reúnen entre el 50% y el 85% de las reservas mundiales de litio, la energía del futuro. Viajamos hasta los espectaculares paisajes de Atacama para descubrir sus fuentes.
En el sur del hermoso desierto de Atacama de Chile, la región de Antofagasta alberga un ecosistema poblado de flamencos, patos, ñandús, guanacos y vicuñas. Un paisaje único de inmensos salares que esconden un tesoro debajo: un enorme deposito de litio. El salar de Atacama, junto al salar de Uyuni en Bolivia y el salar del Hombre en Argentina, conforman el llamado “triángulo del litio”, que concentra aproximadamente entre el 50% y el 85% de los líquidos de salmuera de litio en el mundo.
¿Y para qué sirve este mineral cada vez más requerido a nivel global? En pocas palabras, el litio es generador de energía y se utiliza para todos los elementos tecnológicos que poseemos: desde baterías de celulares hasta cámaras digitales o laptops. Teniendo en cuenta que el petróleo se encuentra en vías de extinción, este elemento se considera como una oportunidad para crear una energía alternativa.
Para su extracción, los depósitos de los salares son bombeados a la superficie y la salmuera es luego esparcida en lagunas de evaporación, donde se deja que el desierto haga su trabajo evaporando el agua y dejando como resultado un barro con altas concentraciones de litio.
Pero hagamos un poco de historia: fue a principios del siglo XXI -en el contexto de la creciente carencia de combustibles derivados del petróleo- que la industria del automóvil anunció el desarrollo y la comercialización de vehículos con motores eléctricos basados en la tecnología de las baterías de iones de litio, con los que se podría disminuir la dependencia energética del combustile fósil y la emisión de gases contaminantes.
La preocupación sobre el ecosistema chileno fue uno de los interrogantes al pensar en masivas extracciones. Es muy interesante ver cómo esta preocupación es atendida por el pueblo chileno. Un ejemplo que da cuenta de ello es la presencia en la zona de hoteles como Tierra Atacama, donde sus dueños intentan cuidar de la naturaleza mediante la generación de huertas orgánicas propias o la reutilización y preservación del agua. Otros proyectos, como el de Aeon Group, ya están ocupándose de incursionar en el descubrimiento y la creación de las microalgas: sedimentos presentes en el agua que crecen y generan energía rápidamente gracias a su estructura unicelular. En realidad fue a finales de 1940 cuando se descubrió que algunos de estos microorganismos podían producir hidrógeno en ciertas condiciones ambientales y hoy se trabaja en la investigación y desarrollo para que las mismas también puedan producir biodiésel de una manera incluso más ecológica, brindando nuevas posibilidades a la Humanidad para encarar la crisis que tarde o temprano provocará la falta de petróleo.
Para aquellos viajeros que decidan conocer el salar de Atacama, es importante saber que -además de estar visitando el quinto salar más grande del mundo- también estarán en presencia de hermosos paisajes que tienen un aspecto casi marciano: inmensas extensiones en medio del desierto, donde el suelo blanquecino y el cielo claro parecen unirse en una sola figura. A todo esto se le suma una rica fauna donde conviven flamencos, guayatas, ñandús y mamíferos como guanacos, llamas o vicuñas.
Incluso, si se cuenta con un poco más de tiempo, vale la pena visitar San Pedro de Atacama, un pueblo ubicado a 55 km del salar. Allí llegan turistas y mochileros de todo el mundo para apreciar el encanto de este lugar donde la belleza natural puede conjugarse con visitas al Museo Arqueológico Gustavo Le Paige, la iglesia de San Pedro, la Casa Incaica o el famoso Valle de la Luna, una depresión rodeada de dunas desérticas y cerros que forma parte de la Reserva Nacional Los Flamencos. Dentro de esta misma reserva también se encuentra el salar de Tara, un sitio único donde coexisten terrenos ondulados y volcanes junto a fauna y flora nativa. Lugares donde hay que detenerse en los detalles y, sobre todo, no olvidar la cámara fotográfica.
Fuente Rumbos digital