Minas de Wanda: el tesoro misionero que fue descubierto de casualidad
Fue hace casi medio siglo, en la localidad de Wanda, a 40 kilómetros de las Cataratas del Iguazú, en el norte de Misiones, frente al río Paraná. “Estaban arando la tierra cuando encontraron piedritas sueltas. Eran blancuzcas y transparentes, por eso pensaron que podían ser restos de vidrio, no les dieron importancia y siguieron trabajando. Hasta que de pronto notaron que no solo había cada vez más piedras, sino que además algunas eran violetas”, rememora Gustavo Ocampos, guía de la Compañía Minera Wanda, mientras inicia el recorrido por las minas que están activas y reciben turistas.
Cuenta que la señora Patricia Bush –“que no tiene nada que ver con el ex presidente norteamericano”, aclara– había comprado estas tierras unos meses antes, para el cultivo de la yerba mate. En sociedad con la familia Rivas, los agricultores se pusieron a trabajar el terreno sin sospechar que encontrarían primero cuarzo –disfrazado de vidrio– y luego amatista. “Por curiosidad, más que otra cosa, convocaron a un grupo de geólogos para que analizaran las piedras. Descubrieron entonces que no solo eran dueños de una mina, sino que tenían 32 hectáreas de minerales. ¡Se habían ganado la lotería!”, repasa el guía.
Claro que entonces, alertados por la noticia, muchos otros terratenientes de la zona compraron hectáreas en Wanda. Así surgieron otras minas, como Tierra Colorada y Santa Catalina. U otras más chicas, que fueron explotadas hasta agotarse. También hubo sectores de campo que se vendieron carísimo, pero que no arrojaron una sola piedra. Y, de hecho, la mina inicial, esta que lleva el nombre de la localidad, es la más grande, próspera y activa. “Actualmente se explotan dos hectáreas. Las extracciones empezaron a hacerse en 1978, dos años después del descubrimiento, y hasta 1996 se hicieron en cantera a cielo abierto. Desde entonces hasta la actualidad, se hacen por túneles”, explica el guía Ocampos, frente a la entrada del cuarto de los ocho túneles, y aclara que solo los primeros cuatro están abiertos al turismo, porque en el resto están trabajando los mineros.
“Hay que tener paciencia y trabajar muy lento, sobre todo por la amatista, que es la piedra más valiosa de la mina. Hay que sacarla en burbuja cerrada. Si el minero la rompe, se devalúa; pasa de ser joyería fina a artesanía”, detalla Ocampos sobre el trabajo en la empresa que hoy está en manos de la hija de la señora que descubrió la mina. Y agrega: “La amatista es la única piedra preciosa de la mina. El resto son semi preciosas. Esto tiene que ver con la dureza de la piedra. El diamante está 10 en la escala. La esmeralda, el rubí y el zafiro, 9. El aguamarina y topacio, 8. Y la amatista, 7. De ahí, para abajo está el cuarzo blanco, por ejemplo, que se volvió fundamental para la confección de los aparatos electrónicos, relojes y estufas. Se carga con energía solar. Y permite que los celulares sean táctiles. Por eso sale caro arreglar pantalla. No por el cuarzo en sí, sino por el costo del proceso de fundirlo y convertirlo en líquido para aplicarlo a la tecnología”.
Una vez dentro de la mina, donde los túneles son anchos, la humedad se percibe y la iluminación es tenue pero suficiente, el guía explica cómo se da este fenómeno que durante todo el año convoca visitantes. “Es el resultado de la gran falla del Macizo de Brasilia, que se dio hace alrededor de 140 millones de años y va desde Brasilia hasta la Isla Martín García. De ese evento geológico surgieron las Cataratas del Iguazú, las minas de Wanda e incluso el río Paraná. Esa falla dio lugar al basalto, que es la roca negra –la más dura del mundo– que recubre el túnel y contiene las piedras preciosas y semipreciosas. Además, es una roca con un 48 por ciento de hierro, que cuando se descompone larga el óxido que le da el color rojizo a la tierra misionera”, detalla.
De recorrida por los túneles, entre sectores que muestran las piedras en proceso de extracción, Ocampos aclara que el basalto es lava que se enfrió, no roca volcánica, que es mucho más negra. “Esto es magma subterráneo, que en esta zona, puntualmente, estaba debajo del agua. Con el movimiento de las placas, la lava subió, pero como había mucha agua y arena, se solidificó, se enfrió y se convirtió en basalto. Pero la cosa no termina ahí… Porque como era lava, hacía burbujas. Y ahora empieza lo que nos importa a nosotros: se enfrió tan rápido que muchas de esas burbujas no tuvieron tiempo de estallar y quedaron atrapadas. Esas burbujas son las que acá originan las piedras preciosas”, explica, mientras aclara que en muchos otros sectores la lava no se enfrió tan rápido, las burbujas de basalto sí estallaron y como no quedaron atrapadas, no hay piedras preciosas.
Cuenta que el gas de las burbujas es lo que hace que la piedra se cristalice. Que el cuarzo y la amatista siempre cristalizan de manera hexagonal. “Para que tenga valor comercial, cada cristal tiene que verse como una pirámide con seis lados que se ven impecables. Si el minero la rompe con explosivos, se devalúa. Lo ideal es sacar la burbuja cerrada y entera”, comenta. Y agrega que geoda es el nombre técnico de estas burbujas endurecidas. “El color de la piedra viene dado por los minerales que filtraron dentro de la burbuja y compiten. Si solo atrapó óxido de silicio, la piedra será cuarzo (blanca). Si atrapó oxido de silicio y manganeso, será una amatista (violeta). Si es más de uno, el mineral que perdió queda en los bordes”, apunta el guía.
¿Cómo hacen las extracciones? Con explosivos TNT, que es controlado y rompe por sectores; no como la dinamita. Tras observar la cáscara, los mineros se dan cuenta qué movimiento deben hacer para obtener la burbuja entera. “Le hacen una especie de endoscopía para perforarla, ver el color, tamaño y forma. Pueden tardar entre dos semanas y un mes en sacarla”, señala. Cuenta que los mineros trabajan desde las siete de la mañana a las dos de la tarde, siempre con intervalos. Y así revela buena parte de los secretos de esta mina valuada en millones, que se llama igual que el pueblo… Tal vez en honor a una princesa de Cracovia. O tal vez por la hija de un mariscal polaco. Nadie lo sabe con certeza. Pero ese es otro misterio misionero.
Publicado en La Nación el 25/01/2022
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