La minería responsable
Tal cual lo manifiesta el Ing. Guillermo Preisz la explotación minera, es el laboreo necesario para la extracción de los minerales desde los yacimientos y esta labor puede complementarse con otra etapa, que es la de los procesos de beneficio o tratamiento de los minerales’.
Esto es así, porque en el caso de la minería metalífera donde no se pueden obtener los metales en estado puro, se requiere de una línea de procesos de beneficios que aseguren su obtención final, y en el caso de la minería no metalífera, donde para asegurar la utilización de estos minerales en forma natural, se requiere como mínimo, de un proceso de preparación y reducción.
Como en la naturaleza nada se crea, ni nada se destruye, sólo se transforma, tal cual ocurre con cualquier actividad industrial, los distintos procesos de cambio que ocasionan transformaciones generan inevitablemente la existencia de desechos o componentes residuales. En esta realidad se inscribe la actividad minera, porque en el caso específico de la minería metalífera, el componente más significativo que en volumen y cantidad se produce finalmente, es un residuo que representa más del 80% del total del material, que es objeto de procesos y tratamientos.
En la minería, las condiciones normalmente extremas que caracterizan a los depósitos mineros, no sólo están relacionadas en forma natural con ambientes serranos, montañosos, cordilleranos o volcánicos. Están vinculadas, además, a la existencia de un suelo, una flora, una fauna, una reserva natural, una cuenca hídrica, una reserva estratégica etc., donde sólo por designio de la naturaleza, ocurre que en los mismos ambientes donde se localiza la mayor parte de los recursos mineros, petroleros y gasíferos, se encuentran además, la mayor parte de nuestras cuencas hídricas.
Esta realidad es quien brinda un viso de legitimidad a las preocupaciones que en la actualidad despierta particularmente la gran minería a nivel planetario, porque si se asume que el ambiente natural representa un conjunto de áreas y sus elementos constitutivos (bosques, estepas, vegas, etc. y cualquier tipo de formación ecológica inexplotada o escasamente explotada), representa una realidad también, que lo único que puede alterar la condición natural que reviste nuestro medio ambiente, siempre va estar dada por la forma en que este puede ser irracionalmente intervenido o explotado.
No existe ninguna actividad incluyendo la animal y humana, que en alguna de las tantas formas posibles, no sea contaminante y esta representa, nuestra mayor dualidad existencial. Manifiesto esto, porque la creciente demanda de minerales y metales a nivel mundial no es advenediza ni arbitraria. Está en concordancia con el vertiginoso desarrollo militar, científico, tecnológico e industrial que con todas sus complejidades experimenta el mundo, no relacionada con la calidad de vida, sino que con todo aquello que materialmente sostiene a nuestra sociedad.
Por esta razón, los minerales que están presentes en todo cuanto nos rodea y en todo cuanto anhelamos adquirir enfermizamente, hacen inimaginable la existencia de un modelo de sociedad que caprichosamente pueda prescindir de la minería. Y por esta razón también, se sumergen en una profunda contradicción quienes desde su oposición a la minería, alimentan desde una apuesta al bienestar y la modernidad, la paradoja de un retorno a la era de las cavernas.
Lo que debemos reconocer, es que cuando se habla de contaminación no sólo se hace referencia a la existencia de cambios, modificaciones y alteraciones que representan, en todos los casos, una amenaza para la conservación del medio ambiente. Se hace alusión a la Responsabilidad Social Empresaria, porque tanto la conservación de ecosistemas saludables como el bienestar social comunitario, deben representar objetivos trascendentes para todas las empresas mineras.
Desde este análisis conceptual el incidente en Veladero debe alertarnos y preocuparnos, porque si el cuidado del ambiente simboliza un valor superior, la gravedad que representa una contaminación minera ambiental no debe minimizarse utilizando como pretexto la ausencia de intoxicaciones o de muertes, o la existencia de efectos o males menores.
Los incidentes ambientales deben juzgarse y sancionarse, porque un hecho de contaminación implica el absoluto avasallamiento de los compromisos adquiridos por empresas, que en el contexto de grandes emprendimientos en nuestra Latinoamérica, no escatiman esfuerzos para defender como postulado, la idea de una ‘Minería responsable’.
Es esencial que como profesionales defendamos este predicamento, para contribuir desde la defensa de un Modelo Nacional, al impulso de un desarrollo minero sostenible, sustentable y responsable, en un marco que además de institucional, debe ser reflexivo, democrático y participativo.
Diario de Cuyo