La fiebre del litio, de Jujuy a Catamarca
En la Puna el litio brota de una laguna de la que solo hay otra similar en China. El mineral es un salvavidas para una minería que ingresó en la etapa de declinación
A juzgar por la pampa húmeda y Vaca Muerta es fácil arriesgar que estamos bendecidos por la naturaleza. Últimamente aparece otro hallazgo: el litio, que aquí brota de un lago de salmuera. Sólo hay otro parecido en el mundo y es el lago de Zhabuye en la lejana China.
La Puna se ha convertido así en sinónimo de litio y ese mineral une, al menos en la Argentina, un amplio territorio que va desde Jujuy a Catamarca.
El litio se extrae en otros lugares del mundo de una roca, pero en la Puna emerge de la laguna y la distancia entre ambas procedencias se mide en miles dólares. Es mucho más económico el que se encuentra en esta región y es lo que desató la fiebre del litio que se vive también en los vecinos Chile y Bolivia.
Argentina cuenta con ventaja ya que el litio es de alta concentración y con pocas impurezas. Eso es provocado por el ingreso de manantiales hidrotermales que agregan litio al salar y al reservorio de salmuera.
Este mineral no sólo sirve para las baterías de los celulares y de los autos eléctricos. Acaban de descubrir un nuevo uso y es el de las baterías gigantescas que sirven de resguardo para que ciudades como Santiago de Chile no se queden sin luz en tiempos de sequía o de precios de petróleo por las nubes. Chile lo está poniendo en práctica.
Claro que no todas son rosas en esta producción. “El litio no es siempre un buen litio y viene muchas veces muy mezclado con otras sales”, dice Mario De Pablos, director de Neo Lithium a cargo del proyecto Tres Quebradas en Catamarca a 4.500 metros de altura para el que inversores canadienses aportaron US$ 70 millones y ya tienen listos otros US$ 500 millones para el inicio de la explotación. De Pablos asegura que se trata del sexto proyecto de mayor ley de litio a nivel mundial. La mina tiene recursos para 20 años.
En esa región de Catamarca, a 30 kilómetros de la frontera con Chile, están instalando una planta piloto en el salar y un campamento que incluye laboratorios. Trazaron caminos y generan su propia energía. Y desarrollaron proveedores locales para el catering, transporte, el mantenimiento, la construcción y la enfermería. Lo más importante: obtuvieron el permiso ambiental. En parte, por la tecnología de evaporación solar del carbonato de litio. Al mineral lo trasladan a Fiambalá y de allí al puerto de Rosario a 460 kilómetros, para la exportación.
En la Argentina, además de los inversores canadienses, hay otros jugadores en el negocio del litio como FMC de Estados Unidos, Sales de Jujuy y Soquimich de Chile.
De alguna manera, el litio llega como un salvavidas para una minería que ingresó en la etapa de declinación porque los minerales se están agotando. Hay algunas minas que son una verdadera montaña mágica, como Minera Aguilar en Jujuy. Pero la Lumbrera en Catamarca, Cerro Vanguardia y Guacamayo tienen los años contados. Otras se encuentran en plena producción como Veladero en San Juan.
La actividad tuvo un gran impulso en los 90 y conserva por ley una estabilidad tributaria garantizada durante 30 años, al margen de que puedan colocarle retenciones.
De acuerdo con la consultora Abeceb, entre enero y mayo de este año las ventas externas de las mineras aumentaron un 16,9% y sumaron US$ 1.765 millones. China está comprando más y es el principal cliente. En 2017 las exportaciones totalizaron US$ 4.200 millones.
La novedad es que el litio empieza a pisar fuerte en los embarques. Su participación en 2018 aumentó 2,1% y el oro 0,9%, mientras se redujeron los concentrados de cobre y la plata. Se prevé que este año las exportaciones alcancen US$ 4.400 millones. El sector ocupa a 82 mil personas.
Publicado en Clarín el 09/09/2018