La Argentina puede ser una potencia minera
El potencial minero de la Argentina es enorme aunque su desarrollo actual es aún modesto.Las políticas gubernamentales son fluctuantes, lo que dificulta el financiamiento de un sector capital intensivo, donde las cuantiosas inversiones iniciales solo se recuperan en el largo plazo. Además, muchas de las áreas, potencialmente ricas en minerales, aún no fueron exploradas.
Antes de 1993 la minería fue una actividad marginal, principalmente controlada por el Estado, el cual no contaba con el capital ni con la capacidad gerencial para encarar su desarrollo.
Un profundo cambio de escenario ocurrió en 1993 con la aprobación unánime en el Congreso de la Ley No. 24196 de Inversiones Mineras. El nuevo marco legal y fiscal consiguió atraer importantes capitales privados, lo que facilitó la concreción de varios proyectos de importancia mundial, (como Bajo de la Alumbrera en Catamarca, Cerro Vanguardia en Santa Cruz y Veladero en San Juan) y generó un veloz crecimiento de las inversiones en exploración, que confirmaron el gran potencial geológico del país.
Pero los progresos realizados se diluyeron durante los últimos años. La producción se estancó, las inversiones se plancharon y los esfuerzos en exploración se redujeron a un mínimo.
El intervencionismo estatal discrecional desvirtuó la estabilidad jurídica y fiscal, incrementó los costos de inversión y deterioró las perspectivas del negocio. El control de cambios, las retenciones a la exportación y los cambios regulatorios al nivel provincial contribuyeron a bloquear el progreso.
El crecimiento minero generó temores en algunas provincias respecto a un potencial impacto desfavorable sobre el medio ambiente. Como lo demuestran las experiencias de Australia, Canadá, Chile y los Estados Unidos –todos ellos grandes productores- la minería impacta el medio ambiente, pero no contamina si se toman los recaudos necesarios para equilibrar los beneficios de la producción y la protección del entorno.
Argentina puede consolidar una minería sustentable, pero necesita más transparencia en la información, un dialogo franco desprovisto de retórica entre las partes y agencias gubernamentales que controlen eficazmente la actividad.
Los próximos gobiernos deberán poner en marcha políticas apropiadas para convertir a la Argentina en una potencia minera a nivel mundial. Las ventajas en términos de producción, empleo, exportaciones, ingresos fiscales y desarrollo de regiones pobres del país serán muy significativas.
Se trata en lo esencial de volver a respetar la letra y el espíritu de la Ley No. 24.196 y reorganizar el marco legal, impositivo y de control ambiental a nivel nacional y provincial.
En minerales como cobre, oro, plata, molibdeno, litio y potasio, las reservas disponibles nos permitirían incorporarnos rápidamente al pelotón de los países mineros más importantes.
La Argentina tiene enormes reservas de cobre que, explotadas, podrían convertir al país en un actor de escala mundial. Producimos anualmente aproximadamente 200.000 toneladas versus 6 millones de toneladas en el caso de Chile (líder mundial) y más de un millón de toneladas en los casos de Australia, China, Congo, Estados Unidos y Perú.
Numerosos yacimientos de cobre de gran tamaño fueron identificados durante los últimos veinte años (Agua Rica, San Jorge, el Pachón, José María, los Azules y el Altar en la Cordillera de los Andes y Taca Taca en Jujuy). Si logramos incorporar algunos de estos yacimientos a la producción, alcanzaríamos quizás las 900.000 toneladas anuales y ocuparíamos el sexto lugar en el ranking mundial.
En materia de oro, producimos anualmente unas 55 toneladas por año versus más de 150 toneladas en el caso de los mayores productores mundiales (Australia, Canadá, China, Estados Unidos, Rusia y Sud África).
De acuerdo a estudios realizados por la Cámara Minera de San Juan, existen yacimientos de oro ya identificados que contienen más de 80 millones de onzas de oro. Se destacan por su importancia en la provincia de Santa Cruz numerosos proyectos en el Macizo del Deseado y en la zona cordillerana, Pascua Lama (oro y plata), así como varios yacimientos de cobre y oro (como Agua Rica, el Altar, Bajo del Durazno y el distrito Vicuña).
La puesta en marcha de varios de estos proyectos durante los próximos años incrementaría quizás la producción aurífera argentina a más de 110 toneladas por año, lo que nos transformaría en el séptimo mayor productor mundial.
En materia de litio (provincias del noroeste) y potasio (Potasio Río Colorado en Mendoza), las reservas disponibles son cuantiosas y permiten vislumbrar una posición de liderazgo internacional.
La Argentina tiene también la posibilidad de transformarse en un importante actor en el mercado mundial de plata (se descubrieron más de 1500 millones de onzas) si explotan proyectos como Navidad, Cerro Moro y San Nicolás en la estepa patagónica, Filo del Sol en San Juan y Pirquitas y Chinchillas en la puna jujeña.
Para crecer productivamente en la zona de la Cordillera de los Andes, contamos con un valioso activo institucional: el Tratado de Integración Minera entre la Argentina y Chile firmado en 1997. Este acuerdo facilita el desarrollo de yacimientos mineros transfronterizos que de otra manera serian inexplotables.
Es cierto que, como el resto de las materias primas, los precios de los minerales cayeron sustancialmente en el último año. Estas circunstancias adversas no son razón para flaquear en el esfuerzo y recrear a nivel nacional y provincial las condiciones jurídicas, fiscales y ambientales para que nuestro país sea competitivo a la hora de disputar los flujos de capitales que se dirigen al sector. Sobre todo, porque el sector es cíclico y el periodo de maduración de los proyectos es largo.
Las experiencias de Australia y Canadá, países que supieron desarrollarse complementando su potencial agropecuario e industrial con un desarrollo sustentable de la minería, deberían servirnos de faro. La Argentina tiene las condiciones geológicas, empresarias y tecnológicas para transformarse en un gran país minero.
Felipe de la Balze es economista y negociador internacional.
Fuente: Clarín