De la soja al litio, los cinco cambios más disruptivos en la economía desde 2002
En una economía en crisis con altos índices de inflación las cosas serían más difíciles aún sin estos nuevos sectores que emergieron tras el derrumbe de 2002. Cómo surgieron y cuáles son sus desafíos de acuerdo a una investigación de los alumnos de la maestría Clarín-San Andrés.
En el año 2002 Argentina padeció la peor crisis económica de toda su historia. Y en esa hoguera con un desempleo del 25%, la pobreza que castigaba a la mitad de la población y la clase media con sus ahorros atrapados en los bancos comenzaron a surgir desde las cenizas nuevos sectores que hoy son una oportunidad de crecimiento.
En los últimos 150 años la población mundial se quintuplicó y el consumo de energía se multiplicó casi por 50. Esto hace que Vaca Muerta sea un recurso sumamente importante, un tesoro energético.
Esta formación sedimentaria fue descubierta en 1931 por un paleontólogo estadounidense que la bautizó con el nombre del animal al que se asemejaba su figura. El yacimiento petrolífero se extiende por más de 35 mil kilómetros cuadrados, un tamaño que supera el de la provincia de Misiones. Está ubicado en la cuenca neuquina que abarca las provincias de Neuquén, Río Negro, La Pampa y Mendoza.
Vaca Muerta es la reserva de gas y petróleo no convencional más importante de Argentina y la segunda de gas más grande del mundo. Hay más gas y petróleo no convencional que en Rusia y Venezuela, dos países con las mayores reservas del mundo.
En Vaca Muerta se encuentra el 40% del gas y el 60% del petróleo no convencional del país, llamado así por el método aplicado para conseguirlo. En este caso, cuando el gas y el petróleo están atrapados en roca, son poco permeables y no tienen suficientes poros, por lo que se inyecta agua por pozos de hasta 3000 metros de profundidad y el combustible termina saliendo a la superficie por la presión. A diferencia del tipo de combustible que se obtiene con un método convencional (en el que se perfora la tierra y se bombea el petróleo y el gas a la superficie).
Pero, Jorge Lapeña, el presidente del Instituto Argentino de Energía “General Mosconi”, asegura que “Argentina tiene una situación complicada en materia de abastecimiento de energía desde principios del siglo XX”.
En la misma línea, el ingeniero, asesor y empresario pyme del sector petrolero Rubén Maltoni afirmó que “Vaca Muerta necesita una inversión de 10 mil millones de dólares por año para tener éxito”. El ex CEO de YPF detalló que actualmente la inversión es de 5.000 millones de dólares por año, la mitad, en el yacimiento. “Se trata de un excelente recurso, pero que para transformarlo en reserva utilizable requiere una inversión superior».
Según los datos proporcionados por el IAE en los últimos diez años hubo una disminución en la explotación de yacimientos convencionales de gas y petróleo, para que se produzca n el no convencional que es el que se puede encontrar en Vaca Muerta. El aumento de la cantidad de gas no convencional o shale extraído se explica porque desde el 2015, con la llegada de la tecnología adecuada, se empezó a explotar en la cuenca neuquina.
Sin embargo, Lapeña apuntó contra la política energética de los últimos gobiernos: “Hay matices, pero evidentemente tenemos una mala política no solo en los últimos 10 años, sino en los últimos 25. Se han abandonado puntos estratégicos como la exploración”. Esto se debe a que los focos apuntaron a la inversión en Vaca Muerta. “Se exageró cuando se la planteó como la salvadora de la economía argentina, evidentemente se trata de un recurso, no de una reserva controlada”, expresó el expresidente del directorio de YPF.
“Sin disponibilidad de dólares, el sector energético condicional a la macroeconomía y un país sin una macroeconomía sana no puede desarrollar un recurso del costo y riesgo que significa el no convencional en materia de hidrocarburos”, manifestó Maltoni preocupado por la realidad económica de la Argentina. “Si no hay confiabilidad es muy difícil explotar un recurso como Vaca Muerta”, sentenció.
Lapeña, quien fuera secretario de Energía de la Nación durante la presidencia de Raúl Alfonsín, no fue optimista ante la realidad del área: “Cada vez somos más dependiente del exterior en materia energética”. En ese contexto, se refirió a Vaca Muerta como un yacimiento cuyo “problema no es tanto descubrirlo, sino ponerlo en producción”.
“Teniendo en cuenta la importancia de YPF en el contexto energético argentino creo que tiene que ser vista con un ojo distinto al que usamos para valuar o apreciar cómo funciona una empresa cualquiera”, explicó Lapeña que apuntó a Vaca Muerta como una de las razones por las cuales la empresa vive una situación financiera complicada. Además, agregó: “Ahora está prácticamente concentrada en el yacimiento. Hizo una inversión excesiva en el 2014, 2015, y dejó un gran endeudamiento en la compañía, cayó su valor accionario”.
Maltoni en contraposición a Lapeña enalteció la labor profesional de YPF a la hora de la explotación del yacimiento neuquino y acentuó la importancia de la inversión: “Vaca Muerta empezó a significar algo cuando se iniciaron los famosos pozos horizontales sobre la capa de contenido hidrocarburÍfero a perforar. Es en los últimos 4 o 5 años que la productividad de YPF a través de la capacidad de sus profesionales y por medio de la tecnología transportada desde los Estados Unidos empezó a rendir muy bien”. Sin embargo, también mostró su preocupación por el foco excesivo hacía Vaca Muerta dejando de lado otras fuentes de energía en el país: “Va a crecer, pero creo que hacemos muy mal en desatender el convencional”.
Hay otra visión sobre Vaca Muerta. Y su impacto en el medio ambiente. “Vaca Muerta es una bomba de carbono porque lo que hace es profundizar la crisis climática”, explican desde la organización Periodistas por el Planeta. Califican al proyecto petrolero como “una bomba de tiempo que quema hidrocarburos y pone al mundo en una encrucijada”.
En 2018 el Comité de las Naciones Unidas sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales emitió un documento sobre la extracción de hidrocarburos en Vaca Muerta y su impacto en el calentamiento global, el rol de las comunidades indígenas y las consecuencias en el agua y la salud. La postura pedía “reconsiderar” la actividad para “garantizar el cumplimiento de las obligaciones y se considere el uso de energías alternativas”.
Lo cierto es que Vaca Muerta puede permitir a la Argentina dejar de importar gas en el invierno y convertirse en exportador. No es un dato menor si se considera la crisis financiera de 2022 cuando se destinaron US$ 6 mil millones a las compras de gas en el invierno. El gasoducto que permite sacar el gas de Vaca Muerta estaría listo en lo que es una proeza en términos de ingeniería en junio de 2023.
-¿Qué significa la soja para Argentina?
-Ser relevante en el mundo, ser respetado y necesitado. La soja abre el camino para vender otro tipo de productos y participar de las decisiones globales. Por eso estamos en el G20 y en otros foros, a pesar de los errores que cometemos.
Así describió el empresario y productor agropecuario Gustavo Grobocopatel, uno de los impulsores del cultivo, la importancia de la soja en Argentina en los últimos 20 años. A comienzos de la década del 2000, la superficie de soja tuvo un fuerte crecimiento y, hoy, es el principal cultivo del país luego de la irrupción de la tecnología aplicada a la siembra a mediados de la década del 90 que simplificó el manejo, en especial con la incorporación de la soja RR, resistente a los herbicidas.
Así, en dos décadas, el área pasó de 12 millones de hectáreas sembradas a 16 millones y la producción se elevó de 34 millones de toneladas a casi 44 millones, con picos de 18 millones de hectáreas y 60 millones de toneladas en 2015.
Grobocopatel fue uno de los protagonistas de este cambio radical en la producción agrícola y expandió la oleaginosa a zonas del país antes inimaginables. “Empecé a producir soja a principios de la década del 80, porque se convirtió en un cultivo de interés: buenos precios, un sistema parecido a los cultivos tradicionales y una demanda mundial creciente. Es una leguminosa, así que no necesitaba muchos fertilizantes”, comentó. El empresario, que se radicó en Uruguay, llegó a sembrar en 2010 unas 600.000 hectáreas, y el 50 por ciento era soja.
Luis Zubizarreta, presidente de Asociación de la Cadena de la Soja Argentina (ACSOJA), coincidió en que el área del cultivo tuvo una primera etapa de crecimiento, que empezó en los 80 y despegó en los 90, con la incorporación de soja RR que abarató el costo del cultivo y, además, por la tracción de la demanda. “Apareció la necesidad de incrementar la producción de harina proteica en el mundo, los precios mejoraron y hubo un boom”, señaló.
De todas maneras, dejó una advertencia. “La soja se expandió hace poco más de 20 años, pero en los últimos diez está en retroceso”, alertó.
A raíz de este crecimiento, la soja se convirtió en el principal complejo exportador de Argentina, que ubica al país como el primer productor de harina y aceite a nivel mundial. En total, en 2021, el sector sojero exportó por más de 24.000 millones de dólares entre poroto, aceite y harina. Y, para este año, pese a que hubo una menor producción por la sequía, se espera que supere esta cifra impulsada, principalmente, por la suba de los precios internacionales.
En este fenómeno, es clave la incorporación de la tecnología aplicada a la siembra y la mirada estratégica sobre cuáles eran las necesidades del mundo hace dos décadas, sin perder de vista el valor internacional de la tonelada, una de las más altas en relación con el rendimiento y que, hoy, se ubica en torno a los 550 dólares en Chicago.
Del poroto de soja se obtienen como subproductos principales aceite y harina de soja.También, se utiliza para fabricar expeller destinado a alimentar a los animales de cría industrial, con el objetivo de que produzcan carne, huevos y leche de forma rápida y barata. Además, es el insumo para la producción de biodiésel y para la industria alimentaria.
Hoy, el llamado proceso de “sojización” en Argentina y en el mundo viene acompañado por un gran desafío para el medio ambiente, porque el monocultivo de soja causa problemas de fertilidad en los suelos.
Según Fernando Salvagiotti, investigador del INTA Oliveros e investigador independiente del CONICET, “la soja es un cultivo que, para que tenga un efecto bueno en el suelo, tiene que estar dentro de una rotación con otros cultivos que aporten carbono, porque si se hace como un monocultivo una sola vez al año y se ocupa el suelo solo cinco meses, no se está aportando carbono”.
Como la soja tiene baja producción de rastrojo, desde el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) recomiendan que la mayor parte del tiempo el suelo esté cultivado. “Puede ser un cultivo de grano o de cobertura de servicio, que no se cosecha, pero que tienen un efecto positivo sobre el suelo, protegiéndolo, controlando maleza y aportando carbono. Hay que hacer un tipo de manejo para evitar la erosión” explicó Salvagiotti.
La soja es uno de los granos que marcan un valor significativo en la economía de Estados Unidos, Brasil, Argentina y China, que concentran el 80 por ciento de la producción de granos a nivel mundial.
A nivel internacional, la demanda de soja está en constante aumento y la producción se ha multiplicado por diez desde 1960: alcanzó los 260 millones de toneladas y creció en unos 100 millones de hectáreas de cultivo, sobre todo en EE.UU. y en Sudamérica, con 45 millones de hectáreas.
China, además de ser productor, es el consumidor número uno en harina de soja, seguida por la Unión Europea.Y, para Argentina, representa una importancia estratégica, no solo por la economía asociada con la producción y exportación de granos, sino también por el significativo desarrollo de la industria aceitera.
Para Grobocopatel, la soja en Argentina “es importante en las exportaciones, mano de obra empleada y, desde lo técnico, contribuyó a reducir los riesgos de erosión, degradación y es parte de un portafolio de productos que le dan estabilidad a los productores”.
En marzo de 2008, la entonces Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, impulsó un proyecto de subir al 45% las retenciones a la soja, lo que derivó en una gran protesta que se extendió por todo el país, que incluyó movilizaciones, lockout y cortes de rutas durante 129 días.
Tras las protestas, en una maratónica sesión en el Senado, el voto crucial “no positivo” del exvicepresidente de la Nación, Julio Cobos, terminó en la derogación de la medida poniéndole punto final al conflicto que tuvo en vilo a todo el sector agropecuario.
A 14 años de la polémica medida y con relaciones entre gobiernos y productores que fueron variando sus niveles de tensión, actualmente está en marcha el Programa de Incremento Exportador, más conocido por su apodo, el “dólar soja”. Este Programa le asigna una cotización superior a los productores para que liquiden sus exportaciones.
En lo que es un símbolo del aporte a la economía Argentina ese programa permitió el ingreso de más de US$ 6 mil millones a las débiles reservas del Banco Central.
Es que el agro aporta siete de cada diez dólares que ingresan por exportaciones y, en esa ecuación, la participación de la soja, con casi un 50 por ciento del total de la superficie cultivada de todo el país, se transforma en un actor fundamental en la economía argentina.
Para poner un ejemplo, un departamento dos ambientes en algunos barrios de la Ciudad de Buenos Aires, un auto 0 kilómetro o 15 paquetes turísticos (con vuelos, traslados y hoteles incluidos) a Europa cuestan unos 50 mil dólares lo mismo que está cotizando la tonelada de litio, el gran mineral escondido que está tomando cada vez más protagonismo en el mercado internacional. Y justamente, Argentina es uno de los países en los que se puede hallar y que va camino a ser una fuente de ingresos clave para el futuro económico del país.
Para 2026 Argentina podría estar exportando 2.585 millones de dólares con una generación neta de empleo de más de 7.200 puestos de trabajo en la industria de la minería de litio, según detalla un informe de la Cámara de Empresarios Mineros de agosto de 2022. Para dentro de cuatro años, el país podría producir más de 287 mil toneladas de Carbonato de Litio por año. En efecto, en caso de tener en producción todos los proyectos que en la actualidad están en desarrollo, la cantidad total de toneladas podría llegar a 400.000 por año.
En el norte del país se encuentran distintos colores políticos, diversidad social y un foco turístico de los más productivos del país. Sin embargo, en zonas específicas, debajo de tierra rocosa de tonos blancos, yace una de las fuentes más grandes de litio del mundo: los salares.
El litio, metal blando de número atómico 3 en la tabla periódica, es uno de los pilares estratégicos en la carrera por la movilidad sustentable y la transición energética. Luego de los avances en las baterías de celdas de litio, capaces de potenciar hasta a un camión, este elemento, semejante estéticamente a la harina, comenzó su auge en el mercado internacional hace ya algunos años, pero en 2022 su precio se disparó y tocó hasta 67.000 dólares la tonelada.
Con los países alineados para que en 2040 se logre la transición 100% a la movilidad eléctrica y la descarbonización sea un hecho, el país cuenta con una oportunidad única en el mundo fruto de la naturaleza de sus suelos. En 2022, con tan solo dos proyectos en producción, Argentina ya es el cuarto productor mundial de litio.
“El litio tiene su primera aparición en la historia del país a fines de los 90 con la construcción de la planta de la empresa minera del Altiplano, que fue la que desde ese momento posicionó a la Argentina como tercer productor mundial en términos de producción de químicos de litio”, explicó a Clarín David Guerrero de la empresa Alpha Lithium.
Por delante de Argentina se encuentran Australia, China y Chile. Si bien el caso chileno puede ser comparado al argentino debido a la naturaleza del proceso de extracción mediante salares, Australia obtiene el litio a partir de pegmatitas con un proceso similar a la minería clásica. En Argentina, el carbonato de litio se obtiene mediante el procesamiento de la “salmuera” que se halla en los salares del país. Así, este método empleado se puede comparar más a la extracción de petróleo que a la minería clásica.
Jujuy, Catamarca y Salta son las tres provincias que forman parte del “triángulo del litio” con Chile y Bolivia. Además, allí es donde se concentran todos los salares de donde se puede extraer litio. En la actualidad, Argentina cuenta con más de 50 proyectos, que van desde etapa de investigación y prefactibilidad hasta producción.
“Si vemos el aporte de la industria del litio en el desarrollo económico de la Argentina, lo separaría en dos: uno en lo que hace al aporte a las provincias y nación en lo que hace a fuentes de ingresos por inversiones, exportaciones, impuestos y otros, y el otro factor que tal vez sea tanto o más importante que es el aporte al desarrollo de estas regiones y sus comunidades”, comentó Gabriel Rubacha, socio fundador y Director de NOA Lithium Brines.
Por delante de Argentina se encuentran Australia, China y Chile. Si bien el caso chileno puede ser comparado al argentino debido a la naturaleza del proceso de extracción mediante salares, Australia obtiene el litio a partir de pegmatitas con un proceso similar a la minería clásica. En Argentina, el carbonato de litio se obtiene mediante el procesamiento de la “salmuera” que se halla en los salares del país. Así, este método empleado se puede comparar más a la extracción de petróleo que a la minería clásica.
Jujuy, Catamarca y Salta son las tres provincias que forman parte del “triángulo del litio” con Chile y Bolivia. Además, allí es donde se concentran todos los salares de donde se puede extraer litio. En la actualidad, Argentina cuenta con más de 50 proyectos, que van desde etapa de investigación y prefactibilidad hasta producción.
“Si vemos el aporte de la industria del litio en el desarrollo económico de la Argentina, lo separaría en dos: uno en lo que hace al aporte a las provincias y nación en lo que hace a fuentes de ingresos por inversiones, exportaciones, impuestos y otros, y el otro factor que tal vez sea tanto o más importante que es el aporte al desarrollo de estas regiones y sus comunidades”, comentó Gabriel Rubacha, socio fundador y Director de NOA Lithium Brines.
Un proyecto demanda de dos a tres años en ponerse en marcha. Una vez en producción, tarda otros tres más en alcanzar la plena capacidad. Desde la fase de factibilidad/exploración avanzada hasta la puesta en producción pasan de tres a seis años. No obstante, menos del 1% de los proyectos en exploración inicial/prospección llega a la fase productiva. Con inversiones de tan largo plazo, la mayor complicación para el país es retener el potencial nacional.
“Argentina fue inteligente en sostener las condiciones y en mantener el litio como material concesible, lo cual lo hizo acreedor de muchísimo dinero vinculado a la exploración”, agregó Guerrero.
En ese sentido, el litio no es un commodity. Su precio se define en contratos privados en los que factores como la pureza determinan su precio de venta. Por ejemplo, para que el litio pueda ser utilizado en la producción de baterías se necesita una pureza del 99,6%.
Las empresas, por su parte, firman contratos privados con automotrices y productores de calibre mundial para exportar el carbonato de litio. Como el contrato que tiene la empresa Livent con BMW. La empresa productora de litio con planta en Catamarca espera llegar a 100.000 toneladas para fines de 2030.
Pero, esta industria también genera cuestiones medioambientales que deben ser cuidadas y protegidas. “El proceso de extracción del litio y la producción de sus derivados presenta un potencial peligro para las reservas de aguas subterráneas dulces (en cuanto a su cantidad y calidad), reservas de agua potable para la población aledaña, más aún cuando los salares de la Puna y el altiplano constituyen cuencas endorreicas y su dinámica depende de los sistemas de recarga y de pérdida por evaporación en un contexto de escasas precipitaciones, todo ello en un contexto donde un tercio de los acuíferos del planeta se encuentran bajo un proceso de agotamiento “, detalla un estudio de la Universidad Nacional de la Plata.
Maria Dionicia Rodriguez Alcocer, Cacique de la Comunidad kolla Andina Santa Rosa de los Pastos Grandes de Salta, zona con fuerte actividad minera de litio, sintetizó a Clarín: “La actividad minera permitió mano de obra local y el desarrollo de contratistas del primer anillo de influencia directa”, expresó y añadió: ”La minería que se desarrolla actualmente trabaja mancomunadamente con la comunidad. Respetando costumbres e idiosincrasia de los miembros que habitamos nuestro pueblo”.
“La minería ha sido siempre un motor de desarrollo en las zonas donde ha desarrollado su actividad. Esto se ve muy claro en San Juan, que ha tenido un desarrollo sostenido de la minería metalífera”, aclaró Rubacha.
Argentina, entonces, se topó con una economía que se encuentra en pleno desarrollo de la industria del litio, con grandes carteras de inversiones y proyectos que podrían potenciar el desarrollo del país con un rol clave en la movilidad sustentable a nivel mundial. En estos 20 años descubrimos una industria que tenemos para desarrollar por, al menos, 20 años más.
En 2004, Fernando “Pipi” Decoud junto con tres de sus hermanos decidieron emprender un negocio. Con una inversión de 20 mil pesos hicieron 200 camisas y lanzaron La Argentina. Nunca imaginaron que las ventas pasarían de ser presenciales a manejarse a través de internet y con volúmenes mayores.
El emprendimiento de Guadalupe Tavagnutti nació a la inversa. Salió de la secundaria y, para costearse las vacaciones, se lanzó al comercio por internet. Tomó Facebook, una idea de Pinterest y empezó a ofrecer ramos de maquillaje en redes sociales. Contactaba con fe ciega a sus compradores y se encontraban en lugares públicos para concretar las ventas.
Un punto une a estos emprendedores y los sitúa en un mismo plano de competencias e infinitas posibilidades: el ecommerce. Este tipo de comercio por internet se instaló en el país en 1999, aunque no fue hasta 2010 que tomó impulso. “El ecommerce era un suceso que ya venía aconteciendo en el mundo de una manera bastante incipiente y arranca en la Argentina con muchas startups que hoy ya no existen, pero era algo que iba a llegar”, explicó Alberto Calvo, presidente de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE).
El comercio digital forma parte de un nuevo rubro de actividades económicas basadas en la aplicación intensiva de conocimiento humano para su desarrollo, la economía del conocimiento. Esta área incluye, además del ecommerce, la biotecnología, la industria de software y muchas otras actividades caracterizadas por el uso del desarrollo técnico expresado en la inteligencia artificial.
En 1995 se crearon Amazon e Ebay en Estados Unidos, una librería y un sitio de subastas que luego darían que hablar en el mundo. En 1998, en medio de un contexto internacional favorable en el que había un importante flujo de capitales, empezaron a surgir las .com. Un hecho no menor fue la fundación del gigante de Google ese mismo año. A partir de allí, muchas de estas nuevas empresas revolucionarias lograron crecer mientras que otras, como DeRemate.com, se quedaron en el camino o se fusionaron.
Argentina no quedó ajena a esta etapa globalmente transformadora. “En 1999, un grupo de amigos emprendedores pusieron en marcha el proyecto de revolucionar el comercio en América Latina a través de la tecnología”, comentó Pablo García, VP Marketing Marketplace de Mercado Libre, sobre la creación de esta empresa. Hoy en día, Mercado Libre es uno de los grandes unicornios argentinos, denominado así por tener una valuación superior a US$1.000 millones. Tasada en US$29.916 millones, hoy, esta empresa rankea entre las 100 más valiosas del mundo y es la más valiosa de Latinoamérica.
En esta misma línea, unos ocho años después se creó una de las plataformas que dio lugar a miles de tiendas online: Tiendanube. “Nació entre un grupo de amigos de la facultad que tuvieron la idea de emprender y crear un proyecto propio. Así surgió la iniciativa de armar una suerte de marketplace, donde se enfocaron en la parte tecnológica y de programación”, explicó Franco Radavero, Country Manager de Tiendanube en Argentina.
Esta plataforma argentina pasó de tener una decena de personas en un monoambiente que usaban como oficina a formar una compañía con más de 100.000 tiendas en Argentina, Brasil y México. “Estamos orgullosos de que con nuestro trabajo contribuimos a la generación de empleo local de manera directa e indirecta. Además de los más de 1.000 colaboradores en Latinoamérica, cada marca que nos elige emplea en promedio 4 personas. Esto significa que se generan actualmente +300.000 puestos de trabajo en Latinoamérica, de los cuales +144.000 corresponden a Argentina”, añadieron desde Tiendanube.
Mercado Libre también fomenta enormes cantidades de empleo, “cerca de un millón de familias de Latinoamérica encuentran su principal sustento económico a través de nuestro ecosistema”, afirmó Pablo García. Esta empresa opera en 18 países y cuenta con más de 35.000 colaboradores. A esto se suma un efecto multiplicador de quienes utilizan esta plataforma para comerciar sus productos: “6 de cada 10 son proyectos familiares y generan en promedio entre 4 y 11 nuevos puestos de trabajo cada uno”, agregó el VP del unicornio argentino.
Si hay algo en lo que todos los emprendedores y especialistas coinciden es en la confianza como piedra fundacional del ecommerce. “Todo el sistema se basa en la confianza. Podría hacer una lista larga de razones por las cuales no comprar: no sé qué va a pasar con los datos de mi tarjeta de crédito, no sé si el producto que estoy viendo en la página va a ser el que me entregan, si me dicen 48 horas o andá a saber si son 48 días, si tengo que cambiarlo cómo hago, si tengo que hacer un reclamo a quién se lo hago”, afirmó Alberto Calvo.
Además de la confianza, el desarrollo del ecommerce necesitó de todo un ecosistema tecnológico que evolucionara al ritmo de los cambios en los hábitos de consumo y necesidades de la gente.
“El ecommerce no funciona si no hay medios de pagos electrónicos a través de Internet. No puede haber un ecommerce si no hay plataforma tecnológica que permita subir todos los productos y hacerlo de una manera ágil y rápida; si no hay una logística detrás que permita que la compra sea satisfactoria y que el producto llegue”, añadió al respecto el presidente de la CACE.
Como motores de estos cambios pueden destacarse la aparición de la banda ancha en el año 2000 que facilitó el acceso a estas plataformas y la pandemia en el 2020 aceleró este proceso. El impulso provisto desde el Estado a través de la sanción de la Ley de Economía del Conocimiento en ese mismo año fue relevante. Esta otorga beneficios fiscales y facilidades para contratar y capacitar al personal a este tipo de empresas, que hoy representan para nuestro país el tercer complejo exportador.
El crecimiento en estos 20 años vino acompañado por la seguridad de los sitios, el reconocimiento del mercado y una mayor cantidad de usuarios, tanto vendedores como compradores. “20 años no son nada dice el tango, pero muchas cosas pasaron acá. Desde la forma de contactar al cliente, el marketing digital, antes era complicado llegar con las herramientas que hay hoy”, relató Alberto Calvo y remarcó la gran importancia de manejar una base de datos digital sobre el consumidor, sus gustos y hábitos de compra.
Calvo definió al ecommerce como “la actividad comercial más democrática que existe. Pone en el mismo lugar a cualquier vendedor: uno muy chiquito puede competir con el más grande. Hoy las barreras para empezar a hacer ecommerce son muy bajas porque las soluciones tecnológicas están, no son tan costosas, no es una inversión muy grande y la logística está disponible para todos”.
Sobre el futuro de esta actividad, varios coincidieron en que tenderá a dejarse de distinguir entre ámbitos físicos y digitales para integrarlos en uno solo. “Debería haber una integración, no es uno u otro. De hecho, nosotros lo que buscamos es lograr esa integración entre lo digital y lo físico” indicó el dueño de La Argentina. En el mismo sentido, el presidente de la CACE argumentó que “el futuro no está en la parte digital en sí, sino en la integración total de físico y digital. Si una persona puede ver en YouTube un partido de Messi y le llama la atención los botines que está usando, los busca en Google y de ahí se va a una casa de deportes a verlo, tocarlo, sale de ahí y piensa en comprarlo en una app porque tiene un descuento. Lo compra y elige la opción de retiro en una tienda física. Durante todo ese proceso, entró y salió del mundo digital y no se dio cuenta”.
Como todos los días, Patricio prepara su moto para comenzar la jornada como delivery. Hace más de cuatro años trabaja como repartidor de aplicaciones y conoce las vueltas del oficio. Sabe que, si le toca una zona con mucha inseguridad, debe pasar desapercibido porque si le roban pierde sus herramientas de trabajo.
Si bien es un empleo que le permite elegir los horarios y zonas de entrega, no cuenta con los derechos laborales básicos de un trabajo formal, como aguinaldo, vacaciones, cobertura médica, etc. Pese a ello, agarra su bolso térmico y parte a un punto de logueo, para comenzar una nueva jornada laboral.
Las aplicaciones crearon una nueva posibilidad de trabajo con una modalidad mucho más accesible que otros, debido a que solo se necesita tener un celular, una bicicleta o moto y monotributo.
Hace diez años surgió la primera aplicación de delivery: Pedidos Ya. Pero el boom se dio principalmente entre 2018 y 2022, cuando las apps fueron creciendo en cantidad de usuarios y repartidores. Por ejemplo, tan solo en el año 2020, en plena cuarentena, las apps Glovo y Rappi crecieron un 30% en cantidad de usuarios.
José Tribuzio, abogado de la Asociación de Personal de Plataformas, recordó que ocurrió en un contexto de flexibilización del mercado laboral: “Estas apps venían a brindar posibilidades que otros trabajos no. Por ejemplo, establecían un adicional por distancia recorrida y otorgaban premios o bonificaciones cuando la demanda era alta, para fomentar la conexión de los trabajadores a la plataforma”.
La vocera de Didi -aplicación de viajes en auto-, Mercedes Acuña, agregó que estas plataformas ofrecen autonomía económica y financiera a sus choferes, especialmente para las mujeres. “Nuestra app permite que saquen el mejor provecho a las horas dedicadas a manejar y maximicen sus ganancias”, resaltó. Si bien al comienzo los choferes tradicionales de remises y taxis se resistían a las aplicaciones de pedidos de autos, con el tiempo se fueron volcando a esta nueva modalidad que concentra el mayor caudal de pasajeros.
El modelo de negocios de estas empresas se repite en casi todos los casos. A través de sus plataformas, los clientes piden productos que son llevados a sus casas a cualquier hora. Al completar el pedido, el repartidor gana el costo de envío, que varía según la distancia y el tipo de pedido, más la propina que deje el cliente. La empresa, por su parte, toma un 30 % de comisión. El valor final dependerá del día, la hora, la zona y que el cliente reclame o no.
A pesar de que las tarifas se fueron ajustando y aumentando con el paso del tiempo, un informe del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) reveló que, con el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), la mayoría de los encuestados no vieron una mejora en sus ingresos. De hecho, más de la mitad consideró que se mantuvo igual, y el 20 % informó que bajaron.
Es por eso que hoy un empleado de una app debe estar registrado en varios portales y tener más de un trabajo para poder cubrir sus necesidades básicas y las de su familia. El caso de Patricio lo ilustra bien: “La situación del país es difícil. Si no fuera porque mi mujer trabaja, estaría muy ajustado. Estamos como todos. En comparación con otra gente que la está pasando mal… me mantengo, pero no hago grandes gastos y tengo otros emprendimientos”.
El fenómeno de las plataformas digitales, que cuenta con unos diez años en todo el mundo, significó una de las mayores disrupciones en el mundo del trabajo. A pesar de ser relativamente reciente en Argentina, a partir del 2016 ya operaban más de cinco plataformas en todo el país.
La economía de plataforma representa una nueva posibilidad de trabajo de acceso rápido, sin la cual el nivel de desempleo sería mucho más alto. Sin embargo, su capital humano reclama que es poco cuidado y hasta desvalorizado por las empresas.
“La app tiene sus pros y sus contras. No te hace aportes, ni la obra social, ni aguinaldo, ni vacaciones. Lo único que te da es la indumentaria, pero te la van descontando del mes en diferentes etapas. Hay que tomar con pinzas todo lo que te dicen. El que trabaja de esto sabe a qué está expuesto: a los robos, a los choques, a las caídas, a cualquier cosa que nos pase. A nosotros no nos cubre nadie. Estamos a la buena de Dios”, expuso Patricio.
Las aplicaciones se encuentran en una laguna legal. Por eso, en los años 2020 y 2021 se iniciaron numerosos reclamos con el objetivo principal de que rija una norma más protectora, como los derechos laborales de un trabajo tradicional. Así se creó el primer sindicato de plataformas digitales de la Argentina y de América: la Asociación de Personal de Plataformas.
El abogado laboralista, especialista en sindicatos y gremios, Marcelo Caher planteó al respecto: “El principal desafío en esta era de la automatización, es encontrar la manera de que se desarrollen relaciones laborales que aseguren a los trabajadores, como dice la Constitución Nacional en el artículo 14 bis, condiciones dignas y equitativas de trabajo. El centro del debate está en la discusión de si las empresas propietarias de las plataformas digitales son las empleadoras. En ese caso, tendrían que registrarlos; no se trata de pequeñas empresas que no cuentan con medios suficientes como para regularizar a los trabajadores”.
En este constante tire y afloje entre la Cámara Nacional de Apelaciones de Trabajo, el Ministerio de Trabajo y la Asociación de Personal de Plataformas, sus trabajadores siguen día a día en las mismas condiciones. Por eso, los repartidores, los conductores y quienes trabajan para las apps reclaman del Estado un rol más activo, que les garantice condiciones laborales “más estables y saludables”.