Certificado de buena conducta
En el mundo hay cada vez más empresas de primera línea que llevan adelante acciones que representan, en muchos casos, una importante inversión en horas de trabajo y adecuación de sistemas y protocolos para la certificación de normas internacionales, con las cuales respaldarán su accionar basado en parámetros mundiales de calidad, una tendencia a la que no es ajena la industria minera, tanto para productoras y exploradoras como para sus proveedores internacionales, nacionales e incluso locales.
Ya son numerosas las empresas argentinas del sector -entre las que se cuentan varias santacruceñas- que cuentan con certificación internacional en diversas normas que aseguran calidad de procesos, respeto por la seguridad y la salud ocupacional, entre otros.
Una de las certificaciones más difíciles de obtener y de mayor significación en esta industria es la que engloba al conjunto de normativas y procedimientos conocido como ISO 14.000, que abarca varios aspectos que hacen al resguardo del medio ambiente.
Pero, ¿qué implica lograr esta certificación y para qué invertir en ello?
ISO es la sigla en inglés de la Organización Internacional para la Estandarización, en tanto que el número 14.000 corresponde al conjunto de recomendaciones vinculadas al resguardo del medio ambiente.
En términos simples, las normas ISO 14.000 constituyen un sistema de poner en práctica procesos de trabajo; es aplicable a cualquier empresa que toma como variable a respetar y honrar una positiva gestión ambiental, es decir, un sistema diseñado para obtener un equilibrio entre la rentabilidad de cualquier empresa y la reducción de los impactos que pudiera producir en el ambiente, estableciendo herramientas y protocolos enfocados a los procesos de producción y a los efectos que estos puedan tener en el medio ambiente.
Si bien a primera vista adecuar los procesos internos de una empresa -que se vienen ejecutando de manera similar por décadas, en muchos casos-puede aparentar ser una mala decisión empresaria, a la larga los beneficios serán mucho mayores, ya que se estarán aplicando métodos amigables con el medio ambiente, evitándose así conflictos con la comunidad en la que se desarrolla la actividad; se apostará de esta manera por una política basada en principios que van más allá de la lisa y llana obtención de ganancias y la empresa tendrá, por lo tanto, un desenvolvimiento sustentable, lo que la hará más atractiva para los inversores individuales y los mercados, cada vez más atentos a este tipo de conductas.
Algo de historia
Las normas ISO 14.000 nacieron a partir de la decisión tomada en la Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en 1992 en Río de Janeiro. A partir de este encuentro, se convocó a un comité técnico de 43 miembros y 15 observadores internacionales, del que surgió el conjunto de normas básico (que ha ido revisándose y perfeccionándose a la luz de la experiencia y las nuevas tecnologías) en 1996, revolucionando el campo empresarial tanto en aspectos técnicos como legales.
La trascendencia de la ISO 14.000 se basa en que contiene un conjunto de documentos de gestión ambiental que, una vez aplicados, influyen en todos los aspectos de una organización, generando responsabilidades ambientales, sistematizando su conducta frente al medio ambiente y mejorando su comportamiento, con el valor de poder ser aplicados en cualquier tipo de actividad humana sistematizada, desde una industria de base como la minería hasta una oficina comercial o un comercio minorista.
Para una empresa, aplicar la norma ISO 14.000 implica reconocer la necesidad de integrar la variable ambiental en todas las decisiones empresariales que se adopten, y permite obtener ahorros de costos a través de la reducción de residuos y el uso eficiente de recursos naturales como la electricidad, el agua y el gas.
Para la comunidad y sus entes de control, el saber que una empresa realiza sus labores productivas con apego a las normas ISO 14.000 otorga la seguridad de que quien las aplica, contribuye también a una mejor calidad de vida al asegurar el transporte, el uso de maquinaria e instrumentos, garantizando que son seguros y confiables.
Un proceso arduo
El proceso de certificación a que se someten las empresas, adecuando sus sistemas de trabajo y sus parámetros de producción, no termina en la obtención de dicha certificación -lo que en sí mismo constituiría un logro trascendente-, sino que este estándar de calidad en el resguardo del medio ambiente debe ser mantenido en el tiempo, para lo que se realizan monitoreos periódicos a fin de avalar el cumplimiento de las mismas en forma permanente.
El conjunto de normas ISO 14.000 -al igual que las ISO 9.000, referidas a gestión de la calidad, por ejemplo- establece sistemas generales de trabajo, normas de conducta y maneras de accionar adaptables a cualquier empresa.
Su cumplimiento asegura, esencialmente, que quien las sigue está reduciendo al mínimo las posibilidades de provocar efectos no deseados en el medio ambiente, aplicando conductas y procederes en los que el resguardo ambiental está siempre presente.
Para las empresas santacruceñas que proveen de bienes y servicios a la industria minera -la mayoría de ellas nucleadas en la cámara del sector, Capromisa-, el proceso de obtención de certificación en normas internacionales es habitualmente mucho más arduo, por las dificultades para conseguir el asesoramiento adecuado en la región, los costos que se deben enfrentar para la adecuación de procesos y la falta, en algunos ítems, de proveedores o de insumos para responder a los nuevos requerimientos.
Pese a ello, las Pymes mineras se empeñan en obtener estas certificaciones y mantenerlas, para estar a la altura de los requerimientos de una industria cada vez más competitiva. Un empeño que refleja el temple y espíritu de emprendedores que pese a la lejanía de los grandes centros de decisión, han logrado crecer, mantenerse y unirse para seguir afianzando la participación del capítulo local en el movimiento económico que genera la minería allí donde se desarrolla.
Fuente La Opinión Austral